Parte VII
– ¿Nos ha hecho llamar Srta Christea? – dijo el hombre de acento siseante con la puerta entreabierta.
– Pasen, pasen, les estaba esperando – Realmente eran una pareja despampanante y carismática. – siéntense por favor. – El Sr. Black Chai acercó la silla de forma caballerosa a su acompañante.
– Gracias amor. – dijo la joven del camisón transparente ofreciéndole un gesto de complicidad.
– Usted dirá Srta Christea – dijo Chai deslizándose de forma cuasi felina en su asiento; Agatha pudo sentir como le embriagaba una espiral de clavo, pimienta y cardamomo que la dejaba medio hipnotizada. Era un té negro rotundo, fuerte y cautivador.
– Sí, claro, lo siento. ¡Vaya! Realmente son ustedes una pareja encantadora.
La joven Noches de Oriente fingió ruborizarse – Oh, es usted muy amable – Y una sensual brisa de vainilla y jazmín se coló por todos los rincones de la estancia.
– Supongo que el ser una pareja tan… embriagadora debe abrirles muchas puertas.
– Bueno, si se refiere a que la gente es amable con nosotros debo decirle que sí – Chai guiñó un ojo a Noches de Oriente y ésta soltó una irresistible risita – la verdad es que nos sentimos bastante afortunados.
– Sí, la gente suele ser amable – prosiguió Agatha – Es todo un misterio cómo la gente puede confiar tan rápidamente… – No acabó la frase y dejó que un silencio incomodo se instalará en la sala.
– No se a qué se refiere, ¿habla de Caperucita? – preguntó Chai con aparente normalidad a pesar de que su gesto se había endurecido.
– Caperucita, los certámenes, los participantes… Ustedes han participado ya en bastantes certámenes ¿no es cierto?
– Sí, como le comentaba nos sentimos afortunados.
– ¿Saben? Es curioso, pero repasando estos certámenes he visto que en todos los que han participado han ocurrido algunos incidentes. Ya saben, algunas sustracciones, algunas desapariciones de objetos valiosos… ese tipo de cosas. – Noches de Oriente estrujó instintivamente la gargantilla que llevaba colgada al cuello y un penetrante aroma a canela y clavo se instaló de forma feroz en la pituitaria de Agatha – Supongo que sí que son muy afortunados porque en ninguno de los casos les afectó.
– La vida es un cúmulo de casualidades ¿no cree, Srta Christea? – intervino dulcemente Noches de Oriente – pero ¿no deberíamos estar hablando de lo que ha pasado con la pobre Caperucita?
– ¡Ah, Caperucita! – exclamo teatralmente Agatha – Parece ser que Caperucita compartía mi fascinación por el asunto de los hurtos.
– No me gusta lo que está sugiriendo Srta Agatha – manifestó de forma tranquila Chai – y sólo espero que tenga pruebas de lo que dice.
– Oh querido, si yo sólo les hago partícipes de mi fascinación, pero no me hagan mucho caso que son sólo cosas de vieja. – les sonrió amablemente a pesar de que sus diminutos ojos brillaban divertidos – Estoy un poco cansada será mejor que lo dejemos.
– Por supuesto, no dude en avisarnos si necesita cualquier cosa. ¿Querida? – añadió dirigiéndose a su esposa al tiempo que la ayudaba a levantarse de la silla.
Cuando llegaron a la altura de la puerta Agatha exclamó – Por cierto Srta Noches de Oriente, una gargantilla preciosa. – La pareja se quedó congelada por un instante y fingiendo no haber oído nada cerraron la puerta tras de si.
Agatha sonrió, no podía evitar que aquel par de ladronzuelos le cayera bien.
CONTINÚA EN: VIII Parte: Natillas de la Iaia
La historia en: https://lapetiteplanethe.com/misterio/