La tormenta arremetía con fuerza en la «Mansión Planèthé», debido a la temporada baja y al inclemente tiempo apenas unas cuantas habitaciones estaban ocupadas, la mayoría por los participantes al «Té del Año», el prestigioso galardón con el que cualquier infusión soñaba. De repente un grito desgarrador surgió de las profundidades de la planta baja y se deslizó entre los pasillos como un incesante eco. Poco a poco los ocupantes del pasillo «Tea Time» fueron asomando la cabeza por las puertas.
– Ma che cosa?– murmuró un hombre que sólo llevaba puesto una toalla.
– Creo que ha venido de abajo – dijo una damisela envuelta en una bata y con un antifaz para dormir en la mano.
– Vayamos a ver qué es – dijo con rotundidad un joven de acento siseante.
– ¿Se…se marchan todos? – exclamó asustada una señora con un par de rulos todavía en la cabeza.
Los ocho bajaron la escalera con decisión y miedo a partes iguales y ya en el hall se encontraron con Lorenzo, el botones de noche, y su linterna que temblaba en la oscuridad a ritmo de jazz.
– ¿Qui-qui-én anda ahí? – Pregunto con un hilillo de voz el joven botones.
– Hemos oído un grito y estamos un poco intranquilos – exclamó el hombre de acento siseante que iba dirigiendo la expedición.
Un golpe secó sonó al fondo del pasillo «Afternoon Tea» – Ha sido en la cocina – dijo una adolescente de coletas lacias y mirada inquieta.
Conforme atravesaban el pasillo, un olor dulzón y penetrante se iba adueñando de la atmósfera; por el camino, rastros de hojas secas y grosellas aplastadas hacían presagiar lo peor… Y en el centro exacto de la cocina, colocada de una forma macabramente estética junto a una taza rota y un enorme charco, Caperucita Verde… infusionada.
– ¡Dios mío! – exclamó la señora de los rulos antes de desmayarse.
– Será mejor llevar a la Sta Bizcocho al salón – dijo la joven del camisón semitransparente mientras le medía el pulso.
Cuando llegaron al salón el Sr. Avellana se lanzó hacia el teléfono. – Hay que llamar a la policía – dijo mientras se colocaba el auricular en la oreja. De repente, su rostro se puso pálido antes de balbucear – No…no hay línea.
Un relámpago peligrosamente cercano iluminó la estancia y todos miraron por la ventana comprendiendo que estaban en el ojo de la tormenta. Una voz sonó desde el fondo de la habitación diciendo lo que todos estaban pensando – Es indiscutible que el asesino tiene que seguir aquí. – caminó un par de pasos para salir de la penumbra; una encantadora aunque altiva y desconcertante anciana les miraba con sus pequeños ojos vivaces.
– ¡Ma Dona! Es la Sta Christea, la famosa criminóloga – dijo sorprendido y un poco entusiasmado el Sr. Dolce Vita.
– Así es joven, mi nombre es Agatha Christea y será mejor que se vista un poco – dijo refiriéndose a su toalla. – Parece ser que una no puede descansar ni estando de vacaciones; Querido – dijo dirigiéndose a Lorenzo – sea tan amable de preparar una tetera de Lapsang Souchong – y añadió dirigiéndose al resto – Me temo que va a ser una noche muy larga.
CONTINÚA EN: II Parte: Agatha Christea
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– ÍNDICE –
II Parte: Agatha Christea
III Parte: Sr. Moruno
IV Parte: Dolce Vita
V Parte: Sra. Buenas Noches
VI Parte: Bizcocho de Almendras & Avellana y Canela
VII Parte: Black Chai y Noches de Oriente
VIII Parte: Natillas de la Iaia
IX Parte: El Desenlace
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