Desde Rusia con amor

«La dueña se instaló ante el samovar y se quitó los guantes. Los invitados, tomando sus sillas con ayuda de los discretos lacayos, se dispusieron en dos grupos: uno al lado de la dueña, junto al samovar; otro en un lugar distinto del salón, junto a la bella esposa de un embajador»  Anna Karenina – Leon Tolstoi.
El té se introdujo en Rusia en 1638 con el nombre de «hierba china«. Lo llevó el boyardo ruso Vasili Starkov al volver de una visita diplomática a la sede de uno de los kanes mongoles, quien le otorgó como agradecimiento 64 kilos de té. En la corte del Zar Miguel I de Rusia la bebida gustó a todos y en 1679 se firmó el primer contrato de suministro de té desde China.

 

Originariamente el té se bebía por sus propiedades medicinales, como por ejemplo, para quitar el dolor de estómago; pero más tarde observaron que esta bebida también quitaba el cansancio y aumentaba el tono vital. Poco a poco, se adquirió la costumbre de servirlo después de las comidas e incluso como bebida independiente.
El Samovar Ruso
Los rusos tienen su propio rito para preparar y tomar el té. Primero se prepara una infusión concentrada muy fuerte (zavarna) en la pequeña tetera superior (zavarnik) y en cada taza se sirve un poco de este té; para luego ser cortado con agua hirviendo en proporciones de 1:3 ó 1:4, dependiendo de la intensidad deseada, servida del samovar. Servir el té era un cometido del ama de la casa y sólo en contadas ocasiones se confiaba este proceso a la hija mayor de la familia. Las tazas, tetera y el samovar siempre se hallaban al lado de esta figura.
El término «samovar» viene de dos palabras rusas: samo, que significa «por sí mismo» y varit, que significa «hervir». Se trata de una caldera que cuenta con un tubo central en el que se aloja el combustible con el que se mantiene la bebida a una temperatura constante y caliente. Antiguamente, dentro de esa chimenea se quemaba carbón o piñas de pino, manteniendo la llama con ayuda de un bote que ponían en la parte interior del tubo. En la actualidad existen samovares eléctricos que facilitan mucho su uso.
 
La aparición del samovar está estrechamente relacionada con el «smitten», la bebida rusa más popular desde la antigüedad, una infusión de miel, hierbas y especias. Los vendedores de esta bebida inventaron el «sbítennik», un artilugio que servía para mantener la temperatura de la bebida. A diferencia del samovar, aquel recipiente no tenía grifo. Además, el samovar clásico se utiliza para calentar el agua mientras que el sbítennik sólo mantenía la temperatura.
En la actualidad, numerosos científicos afirman que es un mecanismo ideal para calentar el agua al tiempo que la suaviza y la filtra. Se dice que el té obtenido con un samovar resulta más intenso y ofrece distintos matices de sabores. Para los rusos de los siglos XVII y XIX lo más importante del samovar era que permitía calentar más rápidamente el agua y mantenerla caliente, lo que facilitaba la preparación del té en cualquier momento. Hoy podemos encontrar mezclas especiales para el samovar, como nuestro Russian Blend.
Los primeros samovares aparecieron en los Urales en la segunda mitad del siglo XVII. El invento ganó rápidamente popularidad debido a que era muy fácil de manejar, la velocidad de calentamiento del agua era más rápida y además era más cómodo servir el té desde este recipiente.
Pasado poco tiempo empezaron a producirse samovares en Rusia Central: Moscú, Perm, Yaroslavl, Arjángelsk y sobre todo en Tula. En el siglo XIX esta ciudad llegó a ser conocida como «la capital del samovar» ya que se producían más de 100.000 de estos utensilios. ¡Y todos hechos a mano! Generalmente se fabricaban de cobre verde, rojo y amarillo, hierro, acero de Tula y latón. La gente adinerada tenía samovares de oro y plata que son considerados verdaderas piezas de arte.
Tradicionalmente los samovares se hacían a mano y en la producción participaban varias personas, por lo que se ocupaban de la producción cuadrillas de artesanos. No fue hasta finales del siglo XIX, cuando las máquinas de vapor llegan a Rusia, que se utilizaron estas para la producción de samovares. Entonces, los recipientes se estandarizaron y las formas se simplificaron. Sin embargo, en la actualidad aún se pueden encargar samovares hechos a mano, por ejemplo, en Tula.
El paso del tiempo y las modas también afectó al diseño de los samovares. En sus orígenes reproducían la forma de las copas rusas de cobre. A finales del siglo XVIII los samovares imitaban los recipientes del mundo antiguo: ánforas, urnas.. A principios del siglo XIX el estilo era solemne y recargado. Otros, tenían detalles del Barroco, Rococó, Clasicismo, Modernismo… La mayor diversidad de samovares, en formas y decoraciones, se dio a mediados y finales del siglo XIX.
  
En este mismo siglo aparecieron samovares de petróleo y de alcohol. A mediados de los años 50 apareció otra novedad técnica: los samovares eléctricos.
La particularidad del samovar ruso radica en que refleja la tradición rusa de tomar el té y corresponde a una auténtica forma de vida. En cada casa, en cada familia, el samovar ocupaba el mejor lugar en las habitaciones y siempre estaba en el centro de la mesa. Lo llamaban con respeto «el amigo de la familia» o «el general de la mesa«. Y sólo en Rusia se convirtió en una parte integrante de la historia del pueblo, de su cultura y su modo de vivir.
Toda la familia y los amigos se sientan alrededor de una mesa, comparten sus impresiones, mantienen tertulias. Los rusos suelen decir que la familia cuyos miembros no toman té juntos, tiene problemas. Otra idea asociada al té es la que muestra el refrán ruso «Si quieres deshacerte de los huéspedes no esperados, dales té de ayer«
En Rusia, el té nunca se ha considerado una bebida que se sirva sola, lo toman con leche, azúcar, limón, acompañado de mermelada, empanadillas, miel…De hecho, cuando un ruso dice «venga a mi casa para tomar té» lleva implícito que el huésped no abandonará la vivienda con el estómago vacío.