Ganador del Concurso Relato Breve 2018

El Té Cósmico

(de Caterina Peris Ferrús)

Año 3018. En algún lugar del Planeta Tierra, Vía Láctea. 12:00h, Hora Zulu. Sálvese quien pueda.

Gisfrodn Rumblebee no estaba teniendo un buen día. Por supuesto, no tenía nada que ver el hecho de que formase parte de una raza alienígena súper avanzada que dominase los viajes interestelares – él no se consideraba alienígena, a lo sumo, “ígena”. Tampoco tenía que ver con su mal día el hecho de que su especie se dedicase a exterminar otras razas impuras por mor de un bien mayor. Y debido a ello que llevase muchas jornadas sin aposentarse en un retrete decente.

Ni siquiera tenía que ver el hecho de que se llamase “Rumblebee”.

No, Gisfrodn Rumblebee estaba teniendo un pésimo día porque en ocasiones, las que menos, tropezaban con especies cuya inteligencia era un tanto superior a la de la ameba común, y estas especies no solían dejarse exterminar sin protestar. Y llorar. Mucho. Y a él siempre le tocaba dar la noticia y lidiar con los ruegos, las súplicas y los mocos. Aquello era francamente desagradable.

– ¿Qué quieren decir exactamente con “exterminar”? – dijo el representante de aquella raza de terrestres con una voz dos octavas por encima de lo habitual y síntomas evidentes de la dolencia comúnmente denominada “estar cagado del susto”.

– Aniquilar, liquidar, eliminar, suprimir de toda existencia – repitió, cansado, Rumblebee, arrimando su aparato fonador al micrófono traductor que una cosa llamad a Google había programado a toda prisa para que ellos los llamados “humanos” pudiesen parlamentar con el invasor y disuadirlos – qué ilusos, los ellos – de su misión.

El llamado Invasor procedía de la lejana galaxia la Vía Cafeína, del planeta MU321, un planeta que ante todo producía perfectos caballeros. Desde luego, ellos los mudrianos podrían perfectamente arrasar sin miramientos ni, por descontado, explicación alguna. Destrucción simple y brutal, sin ambages. Que también. Sin embargo, las leyes de la cortesía que regían el modo de vida de esta raza tan superior exigían que sí, devastación absoluta sí, pero que al menos los devastados entiendan por qué y, si tienen a bien, dar su consentimiento y una firmita. El consentimiento sí que se consideraba una mera formalidad, tan importante como marcar una casilla más o menos en un formulario muy aburrido. Sea como fuere, los exterminados iban a oponer la misma resistencia que un caracol ante un alto horno.

– Pero, pero… ¿por quéeeee? – berreó el representante terrestre, un tipo blando, fofo, de pelo amarillo y piel anaranjada, sin atractivo alguno ni exoesqueleto. Si ese tío representaba la inteligencia media de los terrestres, la ameba común podía sentirse ofendida de ser objeto de comparación con esos organismos. No había forma de que lo entendieran.

– Son órdenes del Alto Mando. Hemos de proceder inmediatamente a la eliminación de los parásitos adheridos a esta parte de la galaxia y del planeta hospedador.

– ¿P…parásitos? – el individuo anaranjado mostraba menos signos de vida inteligente por momentos.

– Parásitos: especies que amplían su capacidad de supervivencia utilizando a otras especies para que cubran sus necesidades básicas y vitales. – definió Gisfrodn Rumblebee al Traductor de Google. – hasta ahora no teníamos noticia de la actividad de los organismos pluricelulares “humanos” en esta parte de la galaxia, y lamentamos en demasía la extensión de los daños. Mucho nos tememos que el planeta no tiene solución y también deberá ser sacrificado junto con los parásitos. Definitivamente es lo mejor, no sea cosa que se descontrolen y acaben colonizando otros planetas y galaxias.

– No…nosotros no…- El representante terrestre pasaba del tono anaranjado al rojo.

– De hecho – continuó Rumblebee- nos consta que ya han empezado a s altar del hospedador llamado Tierra a otros objetos astronómicos de este su Sistema Solar, y la situación no puede ir a más. No podemos consentir que la explotación sin límites de este planeta traspase nuestras fronteras.

– Nosotros…Nosotros nunca… ¡Exigimos hablar con el Alto Mando! ¡Esto es un terrible error! – el individuo transpiraba líquido de forma muy, muy, desagradable. Rumblebee anotó mentalmente la necesidad de purificar todo su organismo una vez hubiesen destruido ese planeta y a esas formas de vida.

– El Alto Mando jamás se comunicaría con una especie tan inferior – dijo Rumblebee con el tono con el que alguien se dirigiría a un escarabajo pelotero para explicarle que no puede ser presidente. – De hecho, las palabras exactas del Alto Mando cuando ha advertido la existencia y la actividad de los parásitos terrestres han sido “¡Aaaaay qué asco! ¡Mátalos, mátalos, mátalos!”

– ¡Nosotros no somos parásitos! ¡Somos la única especie inteligente de…! – el representante naranja se calló ante el insólito ruido que de súbito emitieron los invasores. Ese sonido salía de diversas partes de sus cuerpos, en su mayor parte de una especie de protuberancia trompetera de la cara. El invasor parlamentario emitía ese ruido tan extraño al lado del micrófono traductor, y este a su vez traducía:

– ¡Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja!

– Es suficiente – dijo Rumblebee, secándose sus propias transpiraciones debidas a la risa incontrolable. – ahora que habéis sido debidamente informados procedemos sin demora a la destrucción de este planeta y todo lo que hay en él.

– ¡Un momento! Solicito cinco minutos de audiencia, señores . – dijo otro individuo, un tanto menos desagradable que el tipo naranja, saliendo de entre las filas de los nerviosos organismos. Gisfrodn Rumblebee lo miró con fastidio. ¿Debían seguir aplicando las normas de cortesía o ya estaba más que bien? En ese momento recibió noticia por radio de que debían esperar un poco más a que se recargase el combustible de la nave. Bueno, podían entretenerse un poco más con los humanos. Y después, al fuego.

– Habla pues , terráqueo. Di lo que tengas que decir.

– Gracias, señor… ¿cómo me dirijo a usted, señor?

– Hablas con el Segundo Oficial a Bordo Gisfrodn Rumblebee – murmullo que se alza desde el fondo. El anaranjado comentó un poco demasiado alto: “¿ha dicho que se llama Rumblebee?”. El anaranjado ardería el primero.

– Esto… señor Rumblebee, mi nombre es Ulises, y quisiéramos demostrarles a ustedes que somos una raza digna de mejora y del perdón que sin duda albergan en sus almas. Prometemos aquí y ahora dejar de contaminar, y de detener todas las guerras, y pasarnos a los coches eléctricos, y practicar el amor al prójimo…

– Eso, como diríais en este planeta, “nos importa un bledo”. – dijo Rumblebee, que era muy leído.- Pero, queremos realmente, antes de que todo termine, tener la opción de probarles de alguna manera… – en ese momento Rumblebee recibió otro mensaje por radio. Que todavía estarían un rato más en ese pedrusco, debía calentarse todavía el rayo destructor. El terráqueo empezaba a perder los papeles y Rumblebee estaba más que aburrido y cansado de estar de pie. Decidió que bien podían entretenerse unos y otros hasta que llegase el fin.

– Está bien, me has convencido – dijo para detener los balbuceos llorosos del terráqueo. Pensó de prisa. – Para demostrarnos a los mudrianos que merecéis que por un instante consideremos el aplazar la total destrucción de vuestro planetucho, deberéis ofrecernos como tributo la mejor bebida – no, las tres mejores bebidas de vuestro planeta, os lo pondremos fácil. Si quedamos complacidos quizá, y sólo quizá, vuestro fin no llegue…tan pronto. – Murmullos y más murmullos excitados – a ver, no os desmadréis. ¿Aquí beben no? – preguntó en un aparte a sus compañeros. – Tú, el negociador, serás uno de los encargados de confeccionar tales fabulosas bebidas. Tú y dos más de tu elección. Poneros al trabajo. Tenéis… media hora.

El llamado Ulises salió corriendo disparado en dirección a las filas de nerviosos humanos, y Gisfrodn lo vio hablar con un par de individuos, uno de ellos le pareció vagamente del sexo femenino, y llevárselos a parte, a una mesa cercana que había por allí. Él por su parte y dos mudrianos más se acercaron a supervisarles. Ni de lejos sospechaban que esa subespecie tan simple tuviese la más mínima oportunidad de tenderles una trampa, pero resultaban entretenidos cuando pensaban que podían.

– Veamos, ¿qué proponéis que les demos? ¿Algún cóctel dulce que de paso inhiba sus sistemas nerviosos…? – Ulises se calló horrorizado, al ver que los mudrianos se sentaban cerca de ellos y abrían sus aparatos fonadores en algo parecido a una sonrisa. – esa es otra, ¿por dónde narices beberán?

– Vale, podemos ofrecerles cerveza, Glüwein, hamoud, cachaça, vino, aguar diente… – dijo Hans el cocinero alemán, que había trabajado además de camarero en un pub.

– No, no creo que bebidas alcohólicas sean la solución. No podemos estar seguros de que les vaya a gustar el sabor…- dijo Amina, la farmacéutica. – ¿Quizás un zumo de frutas? ¿Refrescos?

– ¿Y si les parecen demasiado dulces o simples? Y nada de gases, no sabemos cómo los metabolizarían, sería una fiesta.

– Quizás nos convenga que se les tapone algo.

– Y quizás nos maten a todos de un descomunal p…

– Centrémonos. Entonces, nada de alcohol, nada de zumos, nada de refrescos… ¿Café?

– Ya conocemos el café – intervino Rumblebee en ese momento, sonriendo aún más ampliamente.

– ¿Cómo…? Bueno, no importa. – dijo Ulises. Entonces, sólo nos queda una opción.

– ¿Te refieres a…? – dijo Amina.

– Sí, tendremos que probar con ello.

Los terráqueos se pusieron a trabajar afanosamente. Trajeron una especie de hornillos a la mes a de trabajo con los que pusieron a hervir algo tan simple y anodino como el agua. Rumblebee retumbó una vez más con su risa. Los terráqueos tenían tres curiosos recipientes panzudos frente a ellos, llenos de esa agua suya que se calentaba al fuego. La hembra de humano supervisaba una clavija reguladora y murmuraba:

– 70 grados, ni uno más ni uno menos. El agua no debe llegar a hervir. – El terráqueo gordo partía con las manos lo que parecían láminas verdes y las espolvoreaba dentro de uno de los recipientes . A Rumblebee le informaron que esas láminas consistían en los órganos digestivos de organismos con menos voz y voto en ese planeta, llamados “plantas”. Sorprendido, observó al otro macho que preguntaba en ese momento:

– ¿Mejor rojo o negro? El rojo tiene muchas vitaminas y adelgaza y el negro es antioxidante…

– Escoge el negro, no estamos del todo seguros que esa gente no tenga partes de metal y de que les preocupe la línea.

– Y podríamos mezclarlo con un poco de azul, que fortalece el sistema inmunitario.

– ¿Tendrán de eso?

– ¿Frutal o floral? ¿FRUTAL O FLORAL?

– ¡Cálmate por Dios! No entremos en pánico. Mejor frutal, le dará un toque más intenso.

– ¿No nos habremos pasado con el jengibre?

– ¡Hay que arriesgarse! ¿Cómo va ese Matcha?

– ¡Marchando! – el terráqueo Ulises removía en ese momento un brebaje verde intenso. El olor hacía pensar a Rumblebee en molinos de piedra de granito, y en largos rituales, largas túnicas y largas melenas, no sabía por qué.

– ¿Está ya lista la infusión bio?

– Estoy terminando de añadir ahora mismo la pimienta, el regaliz y el aroma de limón.

– Terráqueos, ¡el tiempo se acaba! – dijo Rumblebee levantándose y acercándose a los humanos. Los tres soltaron un respingo a la vez, y, temblorosos pero decididos terminaron de servir las bebidas en tres vasos y los acercaron con una bandeja a los alienígenas.

Repartieron los vasos entre Gisfrodn Rumblebee y sus compañeros . El Segundo Oficial tomó un sorbo del primer brebaje. Y se le abrieron desmesuradamente los ojos.

– ¡Por el Gran Dios MiDedo! ¿Qué es esto?

– Eso, señor, es lo que en la Tierra llamamos té. Este en concreto es té negro aromatizado con trozos de mango y papaya, naranja, fresa, frambuesa, grosellas, azahar, lemongrass y pétalos de girasol.

– Me siento…no sé…distinto. ¿¡Qué clase de brujería es esta !?

– Oh bueno, el té tiene muchísimas propiedades. Es tónico, diurético, astringente, digestivo, balsámico, estimulante…
– Y tan estimulante. ¡Siento que podría correr de aquí a MU321 sin almorzar!

– Esto… ¿cómo es que le está sentando así? – dijo Hans.

– No sé…Son alienígenas, vete a saber cómo tienen ellos dispuestas las tuberías internas.

En ese momento uno de los compañeros de Gisfrodn, (al que llamaremos Alien1) terminaba su vaso.

– ¡Por las barbas del Senescal! ¡Me encanta esta maravilla verde!

– Ah, a usted le ha tocado el Matcha. Saboréelo con paciencia, señor – dijo la farmacéutica. – Este té proveniente de Japón es uno de los más apreciados en todo el planeta Tierra. Debido a su modo de preparación es rico en vitamina C, magnesio y zinc, ayuda a controlar el colesterol – Alien1 tenía una gran barriga – y es un desintoxicante natural.

– Pues tiene un color idéntico al de mi tía Gerudin.

– Dame eso, quiero probarlo – dijo Gisfrodn dando un sorbo al vaso de Matcha . Muy a su pesar estaba más que intrigado con las pócimas de los terráqueos . Entonces habló Alien2.

– ¡Necesito un barril de esto ahora mismo!

– A usted le ha tocado el mejor, para mi gusto, señor – intervino Ulises. – Eso es una mezcla muy acertada de mi invención, de té verde, lemongrass, jengibre, limón, menta, pimienta, regaliz y aroma natural de limón. Cultivo Orgánico Bio, debo añadir, que nunca está de más. Una deliciosa…

– ¡Una infusión súper calentada de radicales libres y taninos! ¡Justo lo ideal para sanar las sinapsis!

– Ni yo mismo lo habría dicho mejor, señor. ¿Dónde habré escuchado yo eso mismo …? ¹

– Terráqueos. – habló en ese momento Gisfrodn Rumblebee, repentinamente muy serio. Los tres humanos recordaron de pronto dónde estaban y qué se jugaban y guardaron silencio, a la espera del veredicto. ¿Habrían logrado que les perdonasen la vida o sólo habían retrasado lo inevitable?

– Hemos quedado muy complacidos con vuestras bebidas mágicas. Hemos pasado un buen rato con vosotros, estoy contento y apenado. Realmente, todo esto ha sido un pretexto para teneros entretenidos…

– Espera un poco hombre, toma, bebe de este que todavía no lo has probado. – dijo Alien2 y le tendió a Gisfrodn el vaso de la infusión de jengibre y limón.

Y Gisfrodn Rumblebee retumbó de arriba debajo como nunca, de una forma muy ruidosa y para nada fina ni caballerosa. Y puso una expresión muy rara. Se le cayó el Traductor de Google.

– ¿Qué…qué ha pasado aquí? –dijo, mirando el vaso, alucinando.

– Hmmm, señor, creemos que las sustancias de las infusiones les afectan de forma distinta a ustedes …Lo lamentamos muchísimo – empezó a disculparse Ulises , medio tapándose la nariz.

– ¿Qué lamentas insensato? ¡Esto es un milagro! ¡No me había sentido tan aliviado en años!

– Nos despediremos de nuestras familias…Espera, ¿qué? – Alien1 y Alien2 rompieron a reír con sus risas trompeteras.

– Ah amigo, después de tanto tiempo, ¿has encontrado al fin el remedio para tu dolencia? – dijo Alien1.

– Sí, no os hacéis ni idea de lo insufrible que puede llegar a ser viajar con él durante semanas en esa nave tan pequeña – dijo Alien2.

– Sí, por algo se llama Rumblebee.

– Necesitamos llevarnos con nosotros el integrante principal de estas bebidas – dijo Gisfrodn, todavía impresionado.

– Ah no, mucho nos tememos que no podrá llevarse consigo a su planeta el té, señor -dijo valientemente Ulises bajo la mirada escrutadora de los alienígenas. – el té es una planta terrestre, y como tal no podría sobrevivir fuer a del planeta. Además, dudo muchísimo que sepan ustedes cultivarlo fuera de esta galaxia. Y seguramente también querrán llevarse el jengibre, que les mejoraría mucho la circulación, y todas las frutas, absolutamente terrestres que aportan el sabor que tanto les ha encandilado … Y ni aunque me torturasen sería capaz de decirles cómo narices se prepara el té Matcha. Así que si quieren seguir tomando esto en el futuro deberán procurar la supervivencia del planeta Tierra y de sus habitantes, animales, humanos y vegetales.

Gisfrodn Rumblebee se quedó mirando a los humanos y reflexionó largo y tendido.

– Hablaré con el Alto Mando – cuando los hurras y vítores de la multitud de humanos pendientes del veredicto se acallaron prosiguió. – Vais a tener que escribirme detalladamente todas las propiedades y ventajas que tiene esta portentosa bebida vuestra. Y esperemos por vuestro bien que el Alto Mando también tenga problemas con
sus cinco estómagos y contrate vuestros servicios comerciales . – dio media vuelta y echó a andar. –Vamos, tenemos mucho trabajo.

Amina la farmacéutica iba parloteando alegremente con Alien1 y Alien2.

– Pues aún no os hemos contado todas las sustancias beneficiosas que contienen: hierro, cobre, silicio, aluminio, magnesio, fósforo, calcio…

– ¡Por el Gran Dios MiDedo, esta bebida tiene más minerales dentro que el corazón de una estrella!

Caterina Peris

¹ El Universo es demasiado pequeño y a veces hay crossovers inevitables .


Relatos Breves Ganadores de Ediciones anteriores:

2017 – Té Eterno, de Irina Montero.

2016 – Toma…te, de Esther Domingo Soto.

2015 – Visitantes Nocturnos, de María José Ceruti.

2014 – Té para un Dragón, de Caterina Peris.

2013 – La Casa del Té, de Mª Dolores Haro.

2012 – Te de Nadal, de Mariló Àlvarez.

2011 – Té para un moribundo, de David Valero.